sábado, 9 de junio de 2012

LA MEDITACIÓN COMO TEMPLO


Dejad los templos donde están. ¿Para qué suprimirlos? Pero este problema surge cada cierto tiempo.

Por ejemplo, Mahoma dijo que a Dios no se le encuentra en los ídolos, y los musulmanes creyeron que quería decir que había a que destruir los ídolos. Y entonces empezó a suceder en el mundo una cosa muy curiosa; ya había gentes con la locura de construir los ídolos. Ahora, los constructores de ídolos se ocupan celosamente de construir ídolos, mientras que los destructores de ídolos se ocupan día y noche de encontrar modos de destruir los ídolos. Alguien debía preguntarles cuándo dijo Mahoma que se encontraría a Dios destruyendo los ídolos. Es posible que Dios no esté presente en un ídolo, pero ¿quién ha dicho que Dios esté presente en el hecho de destruir los ídolos? Y si Dios está presente en el hecho de destruir los ídolos, ¿qué dificultad hay en que Dios esté presente en el ídolo? Dios también puede estar presente en el ídolo. Y si no está presente en el ídolo, ¿cómo puede estar presente en su destrucción?

No digo que debamos suprimir los templos. Lo que digo es que debemos darnos cuenta de la verdad de que Dios está en todas partes. Cuando nos hemos dado cuenta de esta verdad, todo se convierte en su templo: por tanto, es difícil distinguir el templo de lo que no es templo. En tal caso, cualquier lugar donde estemos será su templo; cualquier cosa que miremos será su templo; cualquier lugar donde reposemos será su templo. Ya no habrá más lugares sagrados de peregrinaciones: todo el mundo será un lugar sagrado. Entonces no tendrá sentido crear ídolos concretos, porque todo lo que exista será imagen suya.

No pretendo que os dediquéis a suprimir los templos ni que disuadáis a la gente de que acuda a ellos. Yo no he dicho nunca que Dios no esté presente en el templo. Lo único que digo es que el que sólo ve a Dios en el templo y no lo ve en ninguna otra parte no tiene el menor conocimiento de Dios.

El que ha llegado a conocer a la divinidad sentirá la presencia de Dios en todas partes: tanto en el templo como en un lugar ajeno al templo. ¿Cómo distinguirá, pues, lo que es un templo de lo que no es un templo? Identificamos el templo como un lugar donde está la presencia de Dios, pero si uno siente su presencia en todas partes, entonces todo lugar es su templo. Ya no será necesario construir templos concretos, ni tampoco suprimir los templos.

He observado que la gente suele cometer con mucha frecuencia el error de comprender algo completamente opuesto a lo que he dicho, en lugar de entender mis palabras. A la gente le interesa más lo que hay que suprimir, lo que hay que destruir, lo que hay que eliminar, no intentan comprender lo que es. Estos errores se producen continuamente.

Uno de los errores fundamentales que comete la persona es oír algo completamente diferente de lo que se le dice. Ahora, algunos de vosotros podrías tomarme por un enemigo de los templos, pero os costaría trabajo encontrar a un persona que aprecie los templos más que yo. ¿Por qué os digo esto? Por la sencilla razón de que me gustaría que toda la Tierra se viese como un templo; lo que me interesa es que todo se convierta en un templo. Pero algunos, después de escucharme, pueden entender que las cosas estarían mejor si suprimiésemos los templos. No serviría de nada librarse de estos templos. Las cosas sólo funcionan bien cuando toda la vida se convierte en un templo.

Ambos grupos están equivocados: los que ven a Dios en los templos y lo que destruyen los templos. El que sólo ve a Dios en el templo comete un error. Éste es su error: ¿A quién ve fuera del templo? Evidentemente, su error es que no ve a Dios más que en el templo. Tu templo es muy insignificante: lo definitivo es muy vasto: no puedes confinar a Dios en tus templos minúsculos e insignificantes. El error de la otra persona es éste: quiere suprimir los templos, destruirlos. Cree que sólo entonces podrá ver a Dios. Tus templos son demasiado pequeños para que sirvan de moradas de Dios o para impedir a nadie ver a Dios. Recordadlo: vuestros templos son tan ridículamente pequeños que no pueden convertirse en la morada de Dios, ni tampoco pueden ser una cárcel donde esté encerrado Dios, que supuestamente quedaría libre al destruirlos. Debéis comprender exactamente lo que os digo.

Lo que os digo es esto: sólo cuando hemos entrado en la meditación entramos verdaderamente en un templo. La meditación es el único templo que no tiene paredes; la meditación es el único templo en que, en cuanto se entra en él, se entra verdaderamente en un templo. Y el que empieza a vivir en meditación empieza a vivir en el templo veinticuatro horas al día.

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