sábado, 7 de marzo de 2015

REACCION Y RESPUESTA

Naturalmente. Siempre reaccionamos a partir de nuestro pasado. Hasta ahora siempre ha funcionado, por eso pensamos que va a funcionar en todas las situaciones, pero un día surge una situación en la que tu pasado es simplemente inaplicable, no funciona. Esa es la verdadera crisis..., y también, la verdadera oportunidad.

La palabra china para crisis -no tienen palabras, tienen imágenes-, el ideograma chino para crisis es hermoso. Consiste en dos pequeñas imágenes, dos pequeños ideogramas: uno quiere decir peligro, el otro quiere decir oportunidad. Crisis es peligro y oportunidad; depende de ti. Si continúas reaccionando basándote en el pasado te suicidarás. Es peligroso. Si tienes inteligencia para ver que el problema es nuevo y que la respuesta tiene que ser nueva -las viejas respuestas no valdrán, entonces es una gran oportunidad. Pasando a través del desierto alcanzarás una enorme madurez y una gran integración. Y recuerda, así es como sucede cada vez.

Siempre pensamos basándonos en el pasado. Así es como reacciona todo el mundo. Éste es el significado de la palabra reacción. Ésta es la diferencia entre reacción y respuesta. Respuesta significa que la situación es tan nueva que no puedes obtener ninguna respuesta desde el pasado; al darte cuenta de esto respondes a la situación. Vas con la situación, no piensas en el pasado. Si estás pensando en el pasado y si metes en ello tu pasado, destruirás la oportunidad de crecimiento y seguirás comportándote dentro del viejo patrón, la vieja rutina. Esto es lo que sucede.

Has sido cristiano, has sido hindú, ahora te da miedo ser sannyasin. Crees que esto también es otra iglesia. ¡No lo es! Crees que esto es de nuevo una organización. ¡No lo es! Crees que esto es volverse de nuevo parte de un sistema de creencias. ¡No lo es! Estás confrontando algo absolutamente nuevo, pero naturalmente reaccionas basándote en el pasado. Piensas: «Yo era cristiano, ¿qué sentido tiene ahora hacerme sannyasin?».

Precisamente hace unos días estuvo aquí un monje católico. Después de estar en un monasterio católico durante doce, trece años, consiguió escaparse. Ahora tenía miedo. Me dijo: «¡Ahora tengo mucho miedo! Osho, te tengo miedo, porque me atraes tanto que tengo miedo de hacerme tu sannyasin. Y justo ahora me acabo de escapar, y no quiero volver a entrar en otro sistema».

Es natural, lo podemos entender, pero lo natural no es necesariamente cierto. Existen situaciones en las que te estás enfrentando a algo muy nuevo, algo a lo que nunca te has enfrentado antes, pero tus ojos están llenos de pasado. Ellos interpretan de forma antigua y podrida.

La inteligencia consiste en que, al ver el hecho de que la situación es nueva, nunca intentes lo viejo.

Cuando la situación es nueva, ¡sé nuevo! ¡Ten inventiva! ¡Deja caer el pasado! ¡Mira con nuevos ojos! Deja que tu consciencia responda a lo nuevo. ¡Refléjalo! Y no tengas miedo a los errores y a las equivocaciones, porque en una situación nueva el único error que es imperdonable es el error de usar algo que fue práctico en otra ocasión, ¡el único error imperdonable! Todos los demás errores y equivocaciones son perfectos, están bien; aprenderás algo a través de ellos.

Los sufíes usan la palabra "convicción" de una manera muy extraña.

Si dices: «Soy un cristiano convencido», o «Soy un hindú convencido», ese no es el significado, no el significado sufí. Los sufíes dicen que la convicción sólo quiere decir aquello que surge de tu ser más intrínseco, no del exterior. Por ejemplo, todo el mundo busca la felicidad; eso es una convicción. Es natural. Nadie te ha dicho que busques y persigas la felicidad, es algo intrínseco en ti; todo el mundo la está buscando y persiguiendo. Nadie te ha dicho que la felicidad sea posible. De hecho, muchos filósofos están diciendo que la felicidad no es posible. Freud lo dice, Nietzsche también; nunca ha sucedido y no puede suceder por la misma naturaleza de las cosas; es imposible. Pero de todas formas, ¿a quién le importa Nietzsche y Freud? La gente sigue buscando. Hasta Nietzsche siguió buscando, y también Freud. En sus momentos filosóficos supo que no era posible, pero también tuvo momentos que no eran filosóficos, cuando era un ser humano y no un psicoanalista, cuando no era el fundador del psicoanálisis sino sólo un ser humano: un padre, marido, amante o amigo. Entonces comenzaba a buscar la felicidad, aunque sabía que no era posible. Pero ese conocimiento sigue siendo superficial.

La convicción es inherente. El pájaro haciendo un nido en el árbol está convencido de algo de lo que no tiene conocimiento. Nunca ha hecho un nido, nunca ha tenido crías –ésta es la primera vez-, tampoco ha ido nunca a ninguna escuela a aprender cómo hacer nidos. Nadie se lo ha contado, nadie se lo ha enseñado, y de repente surge la convicción.

En el momento en que la hembra se queda preñada surge en ella la convicción, desde un lugar desconocido y profundo, de que tiene que construir un nido; no sucede realmente en su cabeza, sino en la misma fibra de su ser. Empieza a moverse, a preparar cosas. Tiene que preparar mil y una cosas, y cuando lleguen las crías el nido estará listo. No sabe nada de crías, no sabe nada de nidos, pero ocurre. Esto es convicción en el sentido sufí de la palabra.

Sin embargo, ¿No tienes tú alguna convicción? ¿No estás "convencido, a pesar de todo"? ¿No tienes la convicción en el fondo de tu ser de que la tierra no es tu casa, de que tienes que encontrar tu casa, de que aquí, de alguna manera, eres extranjero, de que el amor que estás viviendo es de alguna manera superficial -tu destino es mucho más que esto-, de que la vida que estás viviendo no es la vida que se supone debías vivir? Esta convicción existe; por eso la búsqueda, por eso la aventura, por eso uno sigue buscando aquí y allí, en esta dirección y en aquélla. En algún lugar debe de haber una forma de poder realizar tu destino.

¿Quién te ha dicho que ésta no es tu casa? ¿Quién te ha dicho que hay algo más en la vida? ¿Quién te ha dicho que hay otra vida después de la muerte? Nadie ha regresado de la muerte, nadie ha dicho: «He sobrevivido». Ni el Buda, ni Mahavira, ni Krishna han regresado de la muerte, pero existe una sutil convicción, una convicción inquebrantable de que, de alguna forma, seguirás viviendo. Este cuerpo se extinguirá, esta vida se extinguirá, pero la vida continuará, la Vida con mayúscula.

Si escuchas la situación, el problema al que te estás enfrentando, la crisis que estás atravesando, si escuchas silenciosamente, encontrarás la llave que abre la puerta. En el problema está la solución. En la enfermedad se esconde la medicina, el tratamiento. Si puedes entrar en el problema sin respuestas preconcebidas, el problema te susurrará, te dirá cómo se puede solucionar.

Cuando estás enfadado, escucha a la rabia y encontrarás la llave que abre las puertas de la compasión. Cuando estás sexualmente rebosante, escucha a tu sexualidad y encontrarás la puerta de un estado de conciencia más elevado en el que la distinción observador-observado, sujeto-objeto es transcendida. Escucha a tu avaricia, y te sorprenderás, en el fenómeno mismo de la avaricia está escondido el secreto del compartir.

Éste es el arte de ser meditativo. Ésta es la auténtica meditación: siempre que te enfrentes con un problema, entra en el problema, y sólo podrás entrar si no tienes ninguna solución preconcebida. Esas soluciones son tus enemigos. Ahora fíjate en el cambio: ¿te crees que esas soluciones que tienes en la cabeza en forma de conocimientos son tus amigos?, ¿imaginas dónde estarías sin esas soluciones? No es verdad. Esas soluciones son tus enemigos. Por su culpa no puedes escuchar el silencioso susurro del problema, no puedes penetrar en su misterio.

1 comentario:

Diego dijo...

Hoy leo estas palabras de Osho y no paran de resonar en mi, como formando parte de lo que soy. Me alegro mucho de que continúes difundiendo semana tras semana textos como éste, porque alguien como yo puede leerlos y vibrar de una forma tan agradecida que me quedo sin palabras para expresarme.

Un abrazo y brindo porque todos realicemos nuestro destino en cada giro de este sendero tortuoso que llamamos vida.

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