sábado, 30 de noviembre de 2019

EL VIENTRE CENTRO DEL SER


El intelecto es muy, muy limitado; la intuición es infinita. La intuición siempre proviene del vientre. Siempre que sientas que te llega una intuición –una corazonada-, lo hace a través del vientre. El vientre es el primero en quedar afectado. Cuando te enamoras no lo haces con la cabeza, por eso aquellos que tienden a hacerlo todo con la cabeza dicen que el amor es ciego. Y sucede porque no tiene nada que ver con el cerebro. Cuando te enamoras, te enamoras desde otra fuente. Si le preguntas a grandes científicos, grandes poetas, a gente muy creativa, también te dirán que cuando sucede algo nuevo nunca es desde la cabeza, desde el cerebro. Proviene de algún lugar más allá.

Madame Curie trabajó muy intensamente en un problema matemático durante tres años. Hizo todo lo que estaba en su mano. Era un genio matemático y había fracasado, del todo. Entonces, una noche, lo dejó estar. Parecía que no llegaba a ninguna parte. Tres años es bastante para dedicarlos a un problema.

Esa noche lo dejó. A la mañana siguiente se dispuso a empezar con algo nuevo, a trabajar en un proyecto nuevo. Y esa misma noche lo había solucionado. Se despertó a media noche, se dirigió a la mesa y resolvió todo el problema, y luego volvió a meterse en la cama.

Por la mañana, cuando volvió a su mesa no pudo dar crédito a lo que veían sus ojos, porque nadie había entrado en la habitación, excepto la sirvienta, que lo había hecho por la noche para preparar la cama. Pero la sirvienta no podía haberlo hecho, ni siquiera Madame Curie había sido capaz de hacerlo. Volvió a mirar la letra, que era la suya propia. No exactamente, pero así era, era la suya. Parecía que hubiese escrito borracha –era un tanto imprecisa, temblorosa-, pero seguía siendo su letra. ¿De dónde había salido?

Entonces recordó un sueño que había tenido por la noche. Soñó que iba a resolver el problema y que estaba escribiendo. Y entonces recordó todo el sueño. Lo había resuelto en el sueño. El cerebro había fracasado. El cerebro no tenía respuesta. Había llegado desde el vientre, desde la mente.

Lo mismo exactamente le sucedió a Buda. Se esforzó durante seis años, intentó alcanzar la iluminación por todos los medios, pero no pudo. Le pasó como a Madame Curie, y una noche abandonó el proyecto. Se dijo: “No hay ningún sitio al que ir y no va a pasar nada, así que me olvido de ellos”. Esa noche durmió relajado y esa noche se iluminó. Por la mañana, tras abrir los ojos, era un hombre completamente distinto. Algo sucedió durante la noche.

Pero recuerda: ¿Por qué sucede cuando has hecho todo lo posible? Sí, así es, sólo sucede entonces. Cuando se agota la capacidad cerebral es cuando la intuición empieza a operar. Es una energía superior. Al utilizar el cerebro hasta el límite, entonces eres capaz de utilizarla, y desde ahí puedes pasar a la intuición.

La intuición no funciona así como así. Puedes ir a Bodhgaya, donde está el árbol bajo el que se iluminó el Buda. Ese árbol todavía está vivo, así que puedes ir allí, sentarte relajado y decir: “Lo suelto todo”. Pero no sucederá nada porque no tienes nada que soltar.

El intelecto frente a la intuición, la lógica frente al amor… Se trata de dos maneras de ser distintas: lógica y amor. La lógica es lineal, el amor es total. La lógica se desplaza a través de una línea, al igual que el lenguaje. ¿Te has dado cuenta? El lenguaje se desplaza, como la lógica, en una línea. Pero la existencia no es lineal. La existencia es simultánea. No se trata de que yo existo, de que además existes tú, y otros, y también existen los árboles y las montañas… Lo que ocurre es que todos existimos a la vez.

El lenguaje es la falsificación porque coloca las cosas en una línea. Por ejemplo, creas una frase: primero existe una palabra, luego otra y a continuación otra más. La gramática dice bien claro qué palabras deben aparecer primero, y cuáles después; dice en qué orden debe ir todo.

Por eso el chino es uno de los idiomas más bellos que existen, porque es lo menos parecido a un lenguaje. El chino carece de alfabeto, y como no lo tiene, el chino existe simultáneamente. Es más fiel a la existencia que cualquier otro idioma. Es más fluido, no tan fijo. Se parece más al amor que a la lógica. Es más intuitivo, proviene del vientre. Puede querer decir mil y una cosas. Y por ello, algunos lo consideran muy poco científico. Es acientífico; el amor es acientífico, la existencia es acientífica. Puede querer decir muchas cosas distintas, es más poética.

Y así es como es: el árbol puede querer decir mil y una cosas, no sólo una. Para un pintor tiene un significado, para el leñador otro, para el poeta otro más, y para alguien que no esté interesado, no tiene ninguno. Para el niño que juega a su alrededor, tiene otro sentido más, para quien venera un árbol es un dios. Tiene mil y un sentidos. Un árbol no está confinado a un único sentido.

El idioma chino es de tal manera que cada caracter puede significar muchas cosas simultáneamente. Puedes llegar desde muchas direcciones. Pero el lenguaje es lineal. Una línea que se mueve… Es decir, las cosas empiezan a suceder una tras otra. En la lógica las cosas también empiezan a suceder una tras otra. Y si sucede una cosa entonces puede llegar la siguiente.

Fíjate: si dices una cosa luego no puedes decir lo contrario; te lo has prohibido. Pero en la existencia, los opuestos existen juntos. La vida existe con la muerte; el amor existe con el odio; no lo niega. No es que el amor exista y entonces el odio desaparezca. ¡Existen juntos! La luz existe con la oscuridad; pero si construimos una frase, si decimos: “En la habitación había luz”, no puedes decir a continuación: “La habitación estaba a oscuras”. Ahora es imposible. Lo has confinado, has desechado la paradoja. La existencia es paradójica.
La intuición es paradójica. No es lineal, es multidimensional.

Consciencia frente a inconsciencia… Pero recuerda que cuando digo inconsciencia no me estoy refiriendo al inconsciente freudiano. Ese es un inconsciente muy pobre, muy pequeño. Se trata únicamente del consciente reprimido, no es gran cosa. Para el zen, el inconsciente es Dios. Para el zen, el consciente es una pequeña parte, la punta del iceberg, mientras que el inconsciente es vasto, enorme, gigantesco, ilimitado. El consciente debe volverse en el inconsciente, no al revés. No se trata de que el inconsciente deba tornarse consciente. Y ese inconsciente habita en el vientre.

Pero recuerda que la palabra “inconsciente” no tiene unas connotaciones muy buenas; da la impresión de que implicara la ausencia de consciencia. Pero no, existe otro tipo de consciencia. No se trata de esta consciencia que conoces, sino de otro tipo de consciencia distinta, de una clase completamente diferente. No es intelectual, sino intuitiva; no es analítica, sino sintética; no es divisible, sino indivisible.

La parte frente al todo: la cabeza es una parte; sólo el vientre es tu totalidad. La cabeza está en tu circunferencia; el vientre es tu centro. Hacer frente a suceder: para la cabeza las cosas tienen que hacerse; es una gran hacedora. Para el vientre, las cosas sólo suceden; no hay intención. Y la muerte frente a la vida: la cabeza acumula muerte porque todos los pensamientos están muertos. En el vientre palpita la vida.

Y finalmente, el tener frente al ser. La cabeza es una acaparadora, una avara, no deja de acumular. Todo su esfuerzo está dirigido a tener más y más. No importa el qué: dinero o conocimiento; sea lo que sea, pero tener más y más. Más mujeres, más hombres, más casas, más dinero, más poder, más conocimiento… lo que sea, pero más. Y la cabeza no hace más que intentar tener más porque cree que teniendo más acabará siendo. Pero nunca acaba siendo más, porque tener nunca puede transformarse en ser.

El vientre es el centro del ser; no piensa en términos de tener, sino de ser. Uno es. Uno disfruta de este momento de talidad. En ese momento de talidad todo está disponible, todo es una bendición.

La cabeza es destructiva, deséchala. Pero abandonarla no significa que no la utilices. Debes hacerlo, pero no debes ser utilizado por ella.

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