sábado, 6 de noviembre de 2021

EL AMOR Y EL APEGO


El amor se convierte en una cadena porque NO HAY AMOR. Sólo estabas jugando, engañándote a ti mismo. La cadena es la realidad; el amor era sólo el preámbulo. Así que siempre que te enamoras, tarde o temprano descubres que te has convertido en un instrumento; aquí comienza todo el misterio. ¿Cuál es el mecanismo? ¿Por qué ocurre?

Hace unos días un hombre acudió a mí; se sentía realmente culpable. Me contó lo siguiente:

Yo amaba a una mujer. La quería muchísimo. El día que murió yo lloraba y gritaba, pero de repente sentí un cierto alivio dentro de mí, como si me hubiera librado de un peso. Sentí una ráfaga de aire fresco como si me hubiera liberado.

En ese momento se dio cuenta de que había un segundo nivel en sus sentimientos.

Exteriormente estaba llorando y gritando, y decía: «No puedo vivir sin ella. Será imposible o será lo mismo que estar muerto». Pero en lo más profundo pensaba: «Me he dado cuenta de que me siento muy bien, de que ahora soy libre». En un tercer nivel se empezó a sentir culpable. Había algo que le decía: «¿Qué haces?» Además, según me contó, el cadáver yacía ente a él, así que se empezó a sentir muy culpable. Me dijo:

Ayúdame. ¿Qué pasa por mi cabeza? ¿Tan pronto la he traicionado?

No ha ocurrido nada, nadie ha traicionado a nadie. Cuando el amor se convierte en una cadena, se vuelve una carga, una atadura. Pero ¿por qué se convierte el amor en una atadura? Lo primero que hay que entender es que si el amor se convierte en una atadura, quiere decir que sólo tenías la ilusión de que aquello era amor.

Únicamente te estabas engañando pensando que era amor. En realidad, necesitabas una atadura. Si profundizas más, te darás cuenta de que también necesitabas convertirte en esclavo.

Existe un miedo sutil a la libertad, y todo el mundo quiere convertirse en esclavo.

Evidentemente, todo el mundo habla de libertad, pero nadie se atreve a ser realmente libre, porque cuando eres realmente libre estás solo. Si te atreves a estar solo, puedes ser libre.

Pero nadie es lo suficientemente valiente para estar solo. Necesitas a alguien. ¿Por qué necesitas a alguien? Tienes miedo a tu propia soledad. Te aburres de ti mismo. Y, en realidad, cuando estás solo, nada parece tener sentido. Cuando estás con alguien estás ocupado y creas falsos sentidos a tu alrededor.

No puedes vivir por ti mismo, así que empiezas a vivir con otra persona. Y lo mismo le ocurre a la otra persona; él o ella no puede vivir solo, así que busca a alguien. Dos personas que temen su propia soledad se juntan e inician una comedia, una comedia de amor. Pero en lo más profundo, lo que están buscando es una cadena, un compromiso, una atadura.

De forma que tarde o temprano ocurre lo que deseas. Ésta es una de las cosas más desafortunadas del mundo. Aquello que deseas, ocurrirá. Lo conseguirás tarde o temprano, y la comedia finalizará. Cuando haya cumplido su cometido, desaparecerá. Cuando os hayáis convertido en marido y mujer, esclavos el uno del otro, cuando ya os hayáis casado, desaparecerá el amor, porque el amor era solamente una ilusión en la que dos personas se podían convertir en esclavos el uno del otro.

No puedes pedir la esclavitud directamente; es algo demasiado humillante.

Tampoco le puedes decir a nadie directamente: «Conviértete en mi esclavo». ¡Se rebelaría! Ni le puedes decir: «Quiero ser tu esclavo». De manera que dices: «No puedo vivir sin ti». Pero el significado está ahí; es lo mismo. Y cuando se cumple esto, el auténtico deseo, desaparece el amor. Entonces te das cuenta de la atadura, de la esclavitud; entonces empiezas a luchar para ser libre.

Recuerda esto. Es una de las paradojas de la mente: te aburres de lo que tienes y deseas aquello que no tienes. Cuando estás solo empiezas a anhelar alguna esclavitud, alguna atadura.

Cuando estás atado empiezas a anhelar la libertad. En realidad, sólo los esclavos anhelan la libertad, y las personas libres intentan ser de nuevo esclavos. La mente tiene un movimiento pendular; pasa de un extremo al otro.

El amor no se convierte en una atadura. La atadura era la necesidad; el amor era sólo el cebo. Buscabas un pez llamado apego; el amor era el cebo para capturar ese pez. Cuando has capturado el pez, tiras el cebo. Ten esto presente y, cada vez que hagas algo, profundiza para encontrar la causa básica.

Si el amor es auténtico, nunca se convertirá en una atadura. ¿Cuál es el mecanismo del amor para convertirse en una atadura? En el momento en que le dices a tu amante o a tu amado «ámame sólo a mí», has empezado a poseer. Y en el momento en que posees a alguien le estás insultando profundamente, porque lo has convertido en una cosa.

Si te poseo, quiere decir que ya no eres una persona, sino un elemento más de mi mobiliario, una cosa. Entonces te utilizo, eres mi cosa, mi posesión, así que no permitiré que nadie más te utilice. Es un trato en el que me posees y me conviertes en una cosa. El trato consiste en que nadie más te puede usar. Ambas partes se sienten atadas y esclavizadas. Yo te esclavizo y me esclavizas a a cambio.

Entonces empieza la lucha. Quiero ser libre, pero quiero seguir poseyéndote; quieres mantener libertad y seguir poseyéndome; aquí está la lucha. Si te poseo, seré poseído por ti. Si no quiero ser poseído por ti, no te debería poseer. No debería surgir la posesión. Debemos mantenernos como individuos, y nos debemos mover como conciencias independientes y libres.

Podemos convertirnos en uno, podemos encontramos cada uno en el otro, pero ninguno de los dos posee al otro. De esta manera, no hay atadura y no hay apego.

El apego es una de las cosas más horribles que existen. Y cuando digo más horribles no me refiero sólo al aspecto religioso sino también al aspecto estético. Cuando estás apegado, pierdes tu soledad, pierdes todo. Sólo te sientes bien porque alguien te necesita y alguien está contigo; has perdido todo, te has perdido a ti mismo.

Pero el engaño está en que tratas de ser independiente, pero haces de la otra persona una posesión, y la otra persona hace lo mismo contigo.

Así que no poseas al otro si no quieres ser poseído. Jesús dice en alguna parte: «No juzguéis si no queréis ser juzgados». Es lo mismo: «No poseáis si no queréis ser poseídos». No convirtáis a nadie en un esclavo; de lo contrario, te convertirás también en un esclavo.

Los llamados maestros son siempre esclavos de sus propios esclavos. «No puedes ser maestro de nadie sin convertirte en un esclavo, es imposible». Sólo puedes ser un maestro si nadie es esclavo tuyo.

Esta idea parece paradójica, y cuando te digo que puedes ser un maestro cuando nadie es esclavo tuyo, me dirás: «Entonces, ¿en qué consiste la maestría? ¿Cómo puedo ser un maestro si nadie es mi esclavo? Pero yo te digo que sólo entonces eres un maestro. Entonces nadie es tu esclavo y nadie tratará de esclavizarte.

Amar la libertad, tratar de ser libre, significa básicamente que has alcanzado un profundo conocimiento de ti mismo. Ahora sabes que te bastas a ti mismo. Puedes compartir con alguien, pero no eres dependiente. Puedo compartir mi ser con alguien. Puedo compartir mi amor, puedo compartir mi felicidad, puedo compartir mi dicha, mi silencio con alguien. Pero es un compartir, no una dependencia. Si no tengo nadie a mi lado, seré igual de feliz, igual de dichoso. Si tengo alguien a mi lado, también estará muy bien y podré compartir.

Sólo cuando descubras tu conciencia interior, tu centro, el amor dejará de convertirse en una atadura. Si no conoces tu más profundo centro, el amor se convertirá en una atadura. Si conoces tu más profundo centro, el amor se convertirá en una devoción.

Pero para amar, en primer lugar, tienes que ser, y todavía no eres.

Ahora mismo no eres. Cuando dices: «Cuando amo a alguien se convierte en una cadena» estás diciendo que no eres. Así que todo lo que haces sale mal, porque el hacedor está ausente.

El punto más profundo de conciencia no está ahí, así que todo lo que haces sale mal. En primer lugar, ; después podrás compartir tu ser. Y ese compartir será amor. Antes de hacer esto, todo lo que hagas se convertirá en una atadura.

Para terminar: si estás luchando contra la atadura, has tomado un mal camino. Puedes luchar; muchos monjes, ermitaños, sannyasins están haciendo eso. Sienten que están apegados a su casa, a su propiedad, a sus esposas, a sus hijos, y se sienten enjaulados, aprisionados.

Escapan; dejan sus casas, dejan a sus esposas, dejan a sus hijos y sus posesiones y se convierten en mendigos, y escapan al bosque, a la soledad. Pero ve y obsérvalos. Se apegarán aún más a sus nuevas circunstancias.

Una vez estaba visitando a un amigo ermitaño que vivía bajo de un árbol en un denso bosque donde había también otros ascetas.

Un día, cuando me encontraba de visita bajo su árbol y él se había ausentado para tomar un baño en el río, apareció un nuevo buscador. Mi amigo se había ido al río a tomar un baño. El nuevo sannyasin empezó a meditar debajo de su árbol.

El hombre volvió del río y echó al nuevo del árbol diciéndole:

Éste es mi árbol. Vete y busca otro árbol en otra parte. Nadie se puede sentar debajo de mi árbol.

Este hombre había dejado su casa, a su mujer, a sus hijos; ahora el árbol se había convertido en su posesión: «No puedes meditar bajo mi árbol».

No puedes escapar tan fácilmente de las ataduras. Cobrarán nuevas formas, nuevos perfiles. Te engañarás, pero estarán ahí. Así que no luches contra las ataduras, simplemente intenta comprender por qué están ahí. Y entonces descubre la causa profunda: que no estás, son las ataduras las que están.

Dentro de ti, tu propio ser está tan ausente que intentas apegarte a cualquier cosa para sentirte a salvo. No estás arraigado; así que intentas convertir cualquier cosa en tus raíces.

Cuando estás arraigado en ti mismo, cuando sabes quién eres, qué ser está dentro de ti, y qué conciencia hay en ti, no dependerás de nadie.

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