sábado, 20 de noviembre de 2021

LA SOLEDAD


Todos
los esfuerzos que se han realizado para evitar la soledad han fallado y continuarán fallando, porque atentan contra los fundamentos de la vida. no necesitas algo que te permita olvidar tu soledad. Lo que necesitas es ser consciente de tu soledad, que es una realidad. Además, es maravilloso experimentarla, sentirla, porque te libera de la multitud, del otro, te libera del temor a estar solo. Lo primero de lo que hay que darse cuenta es de que, quieras o no, estás solo. La soledad forma parte de tu naturaleza. Puedes intentar olvidarla; puedes intentar no estar solo haciendo amigos, teniendo amantes, mezclándote con la multitud... Pero cualquier cosa que hagas se quedará sólo en la superficie. En lo más profundo, tu soledad es inalcanzable, intocable.

A toda persona le ocurre una cosa extraña: en cuanto nace, la misma situación de su nacimiento comienza en una familia. No puede ser de otra manera, porque el niño es la criatura más débil de toda la existencia. Los animales nacen ya completos. El perro seguirá siendo un perro toda su vida, no evolucionará, no crecerá. Sí, tendrá más años, envejecerá, pero no será más inteligente, no será más consciente, no se iluminará. En este sentido todos los animales permanecen en el mismo punto que en su nacimiento; no cambia nada esencial en ellos. Su muerte y su nacimiento son horizontales; están en una misma línea.

Únicamente el hombre tiene la posibilidad de moverse en vertical, hacia arriba, no sólo en horizontal. La mayor parte de la humanidad se comporta simplemente como cualquier animal: su vida consiste únicamente en crecer en edad, no en crecer hacia arriba. Crecer hacia arriba y crecer en edad son dos experiencias totalmente diferentes.

El hombre nace en una familia de seres humanos. Desde el primer momento no está solo; por tanto, adquiere una cierta predisposición a permanecer siempre con gente. Empieza a sentir miedo en la soledad..., un miedo desconocido. No sabe exactamente de qué tiene miedo, pero a medida que se aleja de la multitud, algo dentro de él se empieza a sentir mal. Al estar con otros se siente bien, a gusto, confortable.

A consecuencia de esto, nunca llega a conocer la belleza de la soledad; el miedo se lo impide. Al haber nacido en un grupo, sigue formando parte de un grupo y, a medida que crece, comienza a crear nuevos grupos, nuevas asociaciones, nuevos amigos. Las colectividades ya existentes no le satisfacen —la nación, la religión, el partido político—, de modo que crea sus nuevas asociaciones, el Club de Obesos, el Club de No-Fumadores. Sin embargo, todas estas estrategias tienen un único fin: no estar nunca solo.

En la vida sólo has tenido la experiencia de estar rodeado de gente. La soledad parece casi como la muerte. En cierto modo, es una muerte; es la muerte de la personalidad que has creado en la multitud. Esto es algo que los demás te han dado. En el momento en que te alejas de la multitud te alejas también de tu personalidad.

En medio de la multitud sabes exactamente quién eres. Sabes tu nombre, sabes tu categoría, sabes tu profesión; sabes todo lo que necesitas para tu pasaporte, para tu carné de identidad. Pero en el momento en que te alejas de la multitud, ¿cuál es tu identidad? ¿Quién eres?

De repente, te das cuenta de que no eres tu nombre; tu nombre es algo que te han dado. No eres tu raza; ¿qué relación hay entre tu raza y tu conciencia? Tu corazón no es hindú ni musulmán; tu ser no está circunscrito a la frontera política de ninguna nación; tu conciencia no forma parte de ninguna organización o iglesia. ¿Quién eres?

De repente, tu personalidad se empieza a dispersar. Aquí radica el miedo: en la muerte de la personalidad. Ahora tendrás que descubrir nuevamente, tendrás que preguntar por primera vez quién eres. Tendrás que empezar a meditar sobre esta cuestión: ¿quién soy yo? ¡Existe el miedo de que puede que no seas en absoluto! Quizás no eras nada más que la combinación de todas las opiniones de la multitud, no eras nada aparte de tu personalidad.

No hay nadie que quiera ser nada. No hay nadie que quiera ser nadie; sin embargo todo el mundo es nadie.

Hay una historia muy bonita...

Alicia acaba de llegar al País de las Maravillas. Va a ver al rey; y éste le pregunta:

Alicia, ¿has visto a un mensajero que se dirigía a verme?

Ella le contesta:

No, a nadie.

El rey le dice:

Si te encontraste a Nadie, ¿cómo es qué no ha llegado todavía?

Alicia estaba hecha un lío. Le contestó:

No me estás entendiendo bien. Nadie quiere decir nadie.

El rey le contesta:

Ya perfectamente que Nadie es Nadie, pero ¿dónde está? Debería haber llegado ya. Esto quiere decir simplemente que Nadie camina más despacio que tú.

Alicia, evidentemente, estaba muy molesta y se olvidó de que estaba hablando con el rey. Le dijo:

Nadie camina más de prisa que yo.

Toda la conversación gira entorno a ese «nadie». Ella interpreta que él le está diciendo: «Nadie camina más despacio que tú».

«...Yo camino muy de prisa. He venido desde el otro mundo hasta el País de las Maravillas, un mundo pequeño, y me está insultando». Por supuesto, ella le replica: «¡Nadie camina más de prisa que yo!».

El rey le contesta: «Si eso es verdad, ¿por qué no ha llegado todavía?».
Y la discusión continúa en la misma línea.

Todo el mundo es nadie.

De modo que el primer problema para un buscador consiste en entender exactamente la naturaleza de su soledad. Significa «nadiedad»; significa abandonar tu personalidad, que es algo que te dio la multitud. A medida que te alejas, que te separas de la multitud, ya no puedes llevarla contigo en tu soledad. En tu soledad tendrás que descubrirla de nuevo, fresca, pero nadie te garantiza que vayas a encontrar a alguien dentro.

Aquellos que han alcanzado la soledad no han encontrado a nadie ahí. Con esto quiero decir realmente nadie, ningún nombre, ninguna forma, sino únicamente una presencia pura, una vida pura, carente de nombre, carente de forma. En esto consiste exactamente la verdadera resurrección y, ciertamente, requiere valentía. Sólo las personas muy valientes han sido capaces de aceptar con alegría su «nadiedad», su «nadedad». Su «nadedad» constituye su verdadero ser; es a la vez una muerte y una resurrección.

Hoy mismo mi secretaria me ha enseñado una pequeña tarjeta, preciosa. Jesús estaba en la cruz, mirando al cielo y decía: «Me habría ido mucho mejor si junto con mi padre, Dios, hubiera estado mi tío Alá. Habría sido mejor: al menos si Dios no me estaba escuchando, Alá me podría haber ayudado».

Al tener sólo a Dios en su vida, proclamaba muy feliz: «soy el Hijo de Dios». Pero nunca habló de la familia de Dios, su hermano, su mujer, sus otros hijos e hijas. ¿Qué ha hecho Dios durante toda la eternidad? No tiene televisión para desperdiciar el tiempo, para pasar el rato. No tiene ninguna oportunidad de ir al cine: ¿Qué ha estado haciendo este pobre chico?

¿Qué es lo que ha hecho Dios durante toda la eternidad? Sólo ha creado un Ahora, en la cruz, Jesús se da cuenta de que hubiera sido mejor que Dios hubiera tenido algún hermano, alguna hermana, algún tío. «Le podría haber pedido ayuda a alguna otra persona, dado que Él no me escucha». Reza y enfadado dice: «¿Por qué me has olvidado? ¿Me has abandonado?»; pero no tiene ninguna respuesta. Espera un milagro. Toda la multitud que se ha reunido para contemplar un milagro se empieza a dispersar poco a poco. Hace mucho calor y están esperando para nada. No va a ocurrir nada; si fuera a ocurrir algo, ya habría ocurrido.

Después de seis horas sólo quedaban tres mujeres que aún pensaban que ocurriría un milagro. Una era la madre de Jesús, naturalmente; las madres siempre creen que sus hijos son genios. Toda madre sin excepción, cree que ha dado a luz a un niño que es un fenómeno. Otra de las mujeres que amaba a Jesús era una prostituta, María Magdalena. Esa mujer, a pesar de ser una prostituta, debió de amar a Jesús. Incluso los discípulos, los llamados apóstoles, que fueron los segundos en importancia en la historia del cristianismo, los doce huyeron por miedo a ser capturados y ser reconocidos, porque habían estado paseándose con Jesús por todas partes.

Nunca puedes confiar en la multitud: si los hubieran cogido podrían haber sido crucificados; si no crucificados, al menos golpeados, lapidados hasta morir Sólo quedaron tres mujeres. La tercera fue otra mujer que amó a Jesús. En esos momentos, lo que quedó fue el amor, personificado en esas tres mujeres.

Todos aquellos discípulos debieron de estar con Jesús con la única finalidad de ir al paraíso.

Siempre conviene tener buenos contactos y no puedes encontrar mejor contacto que el único Hijo de Dios. Sólo con estar a su lado podrían atravesar las puertas del paraíso. El hecho de que fueran sus discípulos no era nada más que una explotación de Jesús; por tanto, no había valentía.

Era un acto astuto e inteligente, pero no valiente.

Sólo el amor puede ser valiente. ¿Te amas a ti mismo? ¿Amas esta existencia? ¿Amas esta vida que es un don? Se te dio sin que estuvieras preparado todavía para ella, sin merecerla, sin ser digno de ella. Si amas la existencia que te ha dado la vida, que te sigue dando a cada momento vida y alimento, encontrarás valor. Y este valor te ayudará a estar solo como un cedro del Líbano; alto, rozando las estrellas, pero solo.

En la soledad desparecerás como ego y como personalidad, y te encontrarás a ti mismo como vida, inmortal y eterno. A menos que seas capaz de estar solo, tu búsqueda de la verdad seguirá siendo infructuosa.

Tu soledad es tu verdad. Tu soledad es tu divinidad.

La función de un maestro es ayudarte a estar solo. La meditación no es más que una estrategia para abandonar tu personalidad, tus pensamientos, tu mente, tu identidad con el cuerpo, y dejarte absolutamente solo en tu interior, un simple fuego viviente. Una vez que hayas encontrado tu fuego viviente, conocerás las alegrías y los éxtasis de los que es capaz la conciencia humana.

Groucho Marx dijo una maravillosa frase que puedes tener presente: «Encuentro muy educativa la televisión. Cada vez que alguien la enciende me voy a la habitación de al lado a leer un libro».

En tu soledad descubrirás lo que significa ser. Y como resultado de esa toma de conciencia de tu ser fluye el amor, y muchas más cosas. La soledad debe ser tu única búsqueda.

Y esto no quiere decir que tengas que irte a una montaña. Puedes estar en medio del bullicio. Sólo es cuestión de estar consciente, alerta, observando, recordando que eres sólo tu capacidad de observación. Entonces estarás dondequiera que estés.

Puede que estés en medio de la multitud, puede que estés en la montaña; da igual, eres la misma contemplación. En la multitud observas a la multitud; en las montañas observas las montañas. Con los ojos abiertos observas la existencia; con ojos cerrados te observas a ti mismo.

sólo eres una cosa: un observador.

Este observador constituye el gran logro. Ésta es tu naturaleza de buda; ésta es tu iluminación, tu despertar. Debería ser tu única disciplina. Únicamente esto te convierte en discípulo: la disciplina de conocer tu soledad. De lo contrario, ¿qué es lo que te convierte en un discípulo? Te han engañado en todos los aspectos de la vida. Te dijeron que creer en un maestro te convierte en discípulo, pero no es verdad; de lo contrario, todos serían discípulos en el mundo.

Unos creen en Jesús, otro en Buda, otros en Krishna, otros en Mahavira; todo el mundo cree en alguien, pero nadie es discípulo, porque ser un discípulo no quiere decir creer en un maestro. Ser discípulo significa aprender la disciplina de ser mismo, de ser tu verdadero yo.

En esa experiencia se esconde el verdadero tesoro de la vida. A través de esa experiencia te conviertes por primera vez en un emperador; de lo contrario, seguirás siendo un mendigo en la multitud. Hay dos clases de mendigos: mendigos pobres y mendigos ricos, pero todos son mendigos. Incluso vuestros reyes y reinas son mendigos.

Sólo aquellas personas, las pocas personas que han permanecido solas en su ser, en su claridad, en su luz, que han encontrado su propia luz, que han descubierto su propio florecimiento, que han encontrado su propio espacio al que pueden llamar su hogar, su hogar eterno, aquellas pocas personas son emperadores. Todo el universo es su imperio. No necesitan conquistarlo; ya lo han conquistado.

Lo has conquistado conociéndote a ti mismo.

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