sábado, 7 de julio de 2018

CREANDO EL FUEGO DE LA CONSCIENCIA


Primero se ha de entender lo que quiere decirse con consciencia. Caminas, te das cuenta de muchas cosas; de las tiendas, de la gente que pasa junto a ti, del tráfico, de todo. Eres consciente de muchas cosas y solamente inconsciente de una: de ti mismo. Caminas por la calle, eres consciente de muchas cosas; ¡únicamente no eres consciente de ti mismo! Esta consciencia del yo es lo que Gurdjieff ha llamado “recuerdo de sí”. Gurdjieff dice: “En todo momento, estés donde estés, recuérdate a ti mismo”.

Por ejemplo: estás aquí. Me estás escuchando, pero no eres consciente del que escucha. Puede que seas consciente del que habla, pero no eres consciente del que escucha. Percíbete a ti mismo estando aquí; ¡tú estás aquí! Por un instante alcanzas un vislumbre y luego te olvidas otra vez. ¡Inténtalo!

Hagas lo que hagas, continúa con una sola cosa en todo momento: sé consciente de ti mismo haciéndolo. Estás comiendo: sé consciente de ti. Estás caminando: sé consciente de ti. Estás escuchando, estás hablando: sé consciente de ti. Cuando estés enfadado, sé consciente de que estás enfadado.

En el mismo instante en que se presente la ira, sé consciente de que estás enfadado. Este constante recuerdo del Yo crea una energía sutil, una energía muy sutil en ti. Empiezas a ser un ser cristalizado.

Por lo general, eres simplemente algo informe. Sin centro, sin cristalización; simplemente un líquido, un amasijo de muchas cosas sin un centro; una multitud constantemente cambiando y variando sin ningún amo en su interior. ¡Por consciencia se entiende ser un amo! Y cuando digo “Sé un amo”, no quiero decir ser un controlador. Cuando digo “Sé un amo”, quiero decir ser una presencia, una continua presencia. Sea lo que sea que estés haciendo o dejando de hacer, hay una cosa que debe estar presente continuamente en tu consciencia: que eres tú.

Este simple sentimiento de uno mismo, de que uno es, crea un centro, un centro de quietud, un centro de silencio, un centro de maestrazgo interno, un poder interno. Y cuando digo “un poder interno”, lo digo literalmente. Por eso hay un sutra que dice “…el fuego de la consciencia”. Es un fuego. ¡Es un fuego! Si empiezas a ser consciente, empiezas a percibir una nueva energía en ti, un nuevo fuego, una nueva vida. Y debido a esta nueva vida, a este nuevo poder, a esta nueva energía, muchas de las cosas que estaban dominándote se van disolviendo. No has de luchar contra ellas.

Combates tu ira, tu codicia, tu sexualidad, porque eres débil. De modo que, la codicia, la ira y el sexo no son los problemas. La debilidad es el problema. Una vez que comienzas a fortalecerte interiormente, con el sentimiento de una presencia interna de que tú eres, tus energías se concentran, cristalizan en un solo punto, y nace el Yo. Recuérdalo: nace un Yo, no un ego. El ego es un falso sentido del Yo. Sin tener un Yo sigues creyendo que tienes un Yo. Eso es el ego. El ego quiere decir el falso Yo. Tú no eres un Yo, y aún así crees que eres un Yo.

Maulungaputra, un buscador de la verdad, acudió a Buda. Buda le preguntó: “¿Qué es lo que buscas?”.

Maulungaputra empezó a llorar y le dijo, “¿Cómo voy a prometer? “Yo” no existo. “Yo” no existo todavía. ¿Cómo voy a prometer algo? No sé lo que voy a hacer mañana. No poseo un “Yo” que pueda prometer; no me pidas pues imposibles. Lo intentaré. Cómo máximo puedo decirte esto: lo intentaré, pero no puedo decir que cualquier cosa que digas la voy a cumplir, porque ¿quién será el que la haga? Estoy en busca de aquello que es capaz de prometer y que es capaz de cumplir una promesa. “Yo” no existo todavía”.

Buda le dijo, “Maulungaputra, te he preguntado eso para escuchar esta respuesta. Si hubieras prometido, te habría dicho que te fueras. Si hubieras dicho, “Puedo cumplir esa promesa”, hubiera sabido que no eres un auténtico buscador del Yo, porque un buscador debe saber que “él” no existe todavía. Sino, ¿para qué buscar? Si tú ya eres, no hay porque. ¡Tú no existes” y si uno es capaz de sentir esto, entonces el ego se evapora.

El ego es una falsa noción de algo que no existe. El “Yo” quiere decir un centro que sí puede prometer. Este centro es creado por el mantenerse continuamente consciente, constantemente consciente. Sé consciente de que estás haciendo algo, de que estás sentado, de que vas a dormir, de que el sueño te está viniendo, de que te estás quedando dormido. Trata de ser consciente en todo momento y empezarás a percibir que ha nacido un centro en ti, que las cosas han comenzado a cristalizar, que ha surgido un centro. Ahora todo gira en torno a un centro.

Funcionamos sin un centro. A veces nos sentimos centrados, pero esos son momentos en los que cierta situación te hace ser consciente. Si surge una situación repentina, una situación peligrosa, empiezas a sentir un centro en ti porque el peligro te hace sentirte consciente. Si alguien quiere matarte, dejas de pensar en ese instante, dejas de ser inconsciente en ese instante. Toda tu energía se centra y este instante se convierte en algo sólido. No puedes irte al pasado ni puedes irte al futuro. Este mismo instante se convierte en el todo. Y entonces no solamente eres consciente del asesino; te haces consciente de ti mismo, del que va a ser asesinado.

En este sutil instante comienzas a percibir un centro en ti. Por eso han aparecido los juegos peligrosos. Pídele a alguien que ascienda a la cima de Gourishankar, del Everest. Cuando por primera vez Hillary estuvo allí debió de percibir un centramiento repentino. Y cuando por primera vez alguien pisó la Luna, debió de surgir un súbito sentimiento de un centro. Por eso el peligro tiene tanto atractivo. Conduces un coche y vas a más y más velocidad y entonces la velocidad se convierte en un peligro. Entonces dejas de pensar; los pensamientos cesan. Entonces dejas de soñar. Entonces no puedes imaginar. Entonces el presente se vuelve algo sólido. En esos momentos de peligro, cuando es posible una muerte repentina, eres consciente súbitamente de un centro en ti. El peligro atrae tan sólo porque cuando estás en peligro a veces te sientes centrado.

Nietzsche dice en algún lugar que la guerra debe continuar porque es sólo en la guerra donde a veces se percibe el Ser, donde se siente un centro, porque la guerra supone peligro. Y cuando la muerte se vuelve una realidad, la vida adquiere intensidad. Cuando la muerte está justo ahí, la vida se vuelve intensa y tú te centras. En todo instante en el que te haces consciente de ti mismo, surge un centramiento. Pero es algo momentáneo; cuando la situación cambia, desaparece.

No debe ser algo dependiente de la situación, debe ser interno. Trata de ser consciente en todas las actividades cotidianas. Estando sentado, inténtalo: sé consciente del que está sentado. No sólo de la silla, no sólo de la habitación, de la atmósfera circundante; sé consciente del que está sentado. Cierra tus ojos y percíbete a ti mismo; profundiza y siéntete a ti mismo.

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