sábado, 9 de marzo de 2019

LA IGNORANCIA, EL CONOCIMIENTO Y LA ILUMINACIÒN


La ignorancia es felicidad porque en ella nadie es consciente de sus problemas. Pero uno tampoco es consciente de su dicha. Se asemeja a estar en un estado de coma. No hay sufrimiento, no hay ansiedad, porque los problemas no existen cuando estás dormido. Con el conocimiento uno empieza a darse cuenta de muchos problemas y entonces sobreviene el sufrimiento. Este sufrimiento continúa a menos que uno también trascienda el conocimiento.

Esos son pues los tres estados de la mente humana. El primero es la ignorancia en la cual eres dichoso, pero no eres consciente de ello; el segundo es el conocimiento en el cual eres consciente y dichoso. En cierto sentido la Iluminación se asemeja a la ignorancia y en otro se asemeja al conocimiento. En cierto sentido se parece a la ignorancia porque es dichosa, y contraria al conocimiento porque no contiene sufrimiento. En otro sentido se asemeja al conocimiento porque hay consciencia y es distinto de la ignorancia porque la ignorancia es una absoluta ausencia de consciencia.

La Iluminación es gozo consciente. El conocimiento es un camino, un viaje. Has abandonado la ignorancia, pero aún no has alcanzado la Iluminación. Estás a medio camino. Por eso el conocimiento es tensión. O bien has de trascender el conocimiento o has de volver atrás. Y el volver atrás no es posible. Has de esforzarte en trascender.

Se me pregunta si el conocimiento también aporta riqueza, crecimiento y profundidad a la vida del hombre. ¡desde luego que lo aporta! Aporta riqueza porque cuando te vuelves consciente, con la consciencia que se expande, tú te expandes, con la consciencia que se ensancha tú te vas ensanchando más y más porque tú eres tu consciencia. Cuando eres ignorante es como si no existieras. No sabes que existes. Existes, pero no hay profundidad, no hay un peso específico. Con el conocimiento comienzas a percibir tu ser multidimensional, y la riqueza la aporta al sufrimiento.

El sufrimiento no es algo contrario a la riqueza: el sufrir te enriquece. El sufrir es doloroso, pero el sufrimiento te aporta profundidad. Uno que no haya sufrido será solamente superficial. Cuanto más sufras, tanto más habrás llegado a niveles más profundos. Por ello un hombre sensible sufre más y uno con menor sensibilidad sufre menos. Una mente superficial no sufre en absoluto. Cuanto más profunda es tu mente, más profundo es tu sufrimiento.

De modo que el sufrir supone enriquecimiento. Los animales no pueden sufrir, solamente el hombre sufre. Los animales pueden sentir el dolor, pero el dolor no supone sufrimiento. Cuando la mente empieza a percibir el dolor y a reflexionar sobre él, a pensar en su significado y en la posibilidad de trascenderlo, entonces se convierte en sufrimiento. Si simplemente sientes el dolor, es algo muy superficial.

Se ha observado que las ratas tienen un período pensante de unos cuatro minutos. Son capaces de pensar en el futuro durante cuatro minutos y son capaces de pensar en el pasado durante cuatro minutos. Más allá de esos cuatro minutos no hay nada para ellas. Su espacio pensante tiene esa amplitud. En otros mamíferos ese período se extiende a doce horas. El período de los monos es de veinticuatro horas. El mundo que existía veinticuatro horas antes en su conciencia desaparece y el mundo que existirá después de veinticuatro horas tampoco existe. Sus mentes poseen un límite de veinticuatro horas, no pueden ir más allá.

El hombre posee un período más amplio. Toda su vida, desde la infancia hasta la muerte, es su período y para aquellos que son más sensibles, el período es aún mayor. Son capaces de recordar vidas pasadas y pueden predecir sucesos más allá de esta vida, en el futuro. Con ello se gana amplitud, pero también sufrimiento.

Si una rata no es capaz de ir más allá de los cuatro minutos, sufrir por el futuro es algo imposible; sufrir por el pasado es imposible. El mundo existe solamente en esos cuatro minutos, de modo que si había dolor cuatro minutos antes, ese dolor desaparece al cabo de cuatro minutos; no se guarda recuerdo alguno de él. Si hubiera miedo en esos cuatro minutos posteriores, no serían capaces de pensar en ello, no podría ser percibido, no podría ser observado, no.

Con el hombre el sufrimiento es más hondo porque es capaz de ir hacia el pasado e imaginarse el futuro. No solamente eso: la mente es capaz de percibir el sufrimiento de los demás. Los animales no pueden percibirlo. Los animales superiores poseen ciertos rasgos que los inferiores no poseen. En los animales inferiores, si muere alguien perteneciente al grupo, sencillamente se olvidan de él. Lo dejan. La muerte no supone un problema. Ni pueden imaginarse su propia muerte ni pueden imaginarse lo que le haya sucedido a algún miembro de su grupo. Es imposible. Es como si no existiera. Pero el hombre imagina, siente, contempla, su propio sufrimiento y también los sufrimientos de los demás. Con una mente más sensitiva incluso la simpatía puede convertirse en empatía. Estás sumido en un profundo dolor; me doy cuenta de que sientes dolor, lo comprendo. Siento compasión. Pero si mi mente es aún más aguda, más sensible, puede que empiece a sentir el mismo dolor.

Se dice que Sócrates dijo, “Aunque un cerdo sea absolutamente feliz prefiero seguir siendo un Sócrates e infeliz, que ser un cerdo y feliz”. ¿Por qué? Si un cerdo es feliz, sé un cerdo. ¿Por qué ser un Sócrates e infeliz? La razón es la profundidad. Un cerdo carece absolutamente de profundidad. Sócrates sufre, más que nadie, pero aún así prefiere seguir siendo Sócrates con su sufrimiento a cuestas.

Este sufrir posee su riqueza. Un cerdo es algo pobre. Es parecido a esto: alguien está en coma, inconsciente; no sufre. ¿Te gustaría estar inconsciente, en coma? Entonces no sufrirías. Si la elección que se plantea es ésta, entonces eliges ser tú mismo, sea cual sea el sufrimiento. Dirás, “Prefiero permanecer en coma y sufrir antes que estar en coma y no sufrir, porque ese “no sufrir” se asemeja a la muerte”. El sufrir está ahí, pero también una riqueza, la riqueza del sentir, la riqueza de la mente, la riqueza del vivir.

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