sábado, 22 de febrero de 2020

AQUI Y AHORA


En la locura, la mente continúa. De hecho, en la locura, la mente funciona más, continuamente, durante veinticuatro horas. Empieza a funcionar de manera irracional. Se torna extraña, carece de lógica, deja de ser racional, y razonable; se desparrama en todas las direcciones; se torna contradictoria; pierde todo contacto con la realidad, pero la mente continúa.

Fíjate bien: un loco está más en la mente que tú. Si estuvieses demasiado en la mente acabarías volviéndote loco. Los locos están por delante de ti en la cola. Han utilizado más que tú su mente. La han utilizado hasta el extremo; por eso se han desquiciado. Son muy mentales.

Cuanto tiene lugar el satori, o la mente deja de funcionar, puede que durante un instante sientas que te has vuelto loco, pero de hecho esa posibilidad no existe porque sólo la mente puede enloquecer. Pero ahora ya no hay mente, y por lo tanto no puedes enloquecer. Puede que te asalte esa idea durante un momento, porque habrás vivido tanto con la mente que te asustes cuando se detenga de repente. Te hallarás en una vaciedad. Y ese vacío es muy espeluznante. Es como la muerte. Estás desapareciendo, perdiendo identidad. Resulta paralizante… durante un instante.

Y ese es el punto en que necesitas un maestro para que te empuje. Si considera que darte un puntapié será beneficioso, entonces te lo dará. Si le parece que darte una paliza te irá bien, entonces te la dará. Si cree que lo necesario es besarte, entonces te besará. Nadie sabe lo que hará. Ni siquiera un maestro sabe qué resulta necesario en cada momento. Lo decide en el momento. Y tras un pequeño gesto… te empuja, y entonces habrás dado el primer y último paso. Una vez hayas dado el salto y visto el otro lado del fenómeno, y hayas leído el cartel del otro lado, verás que ahí empieza Dios. Entonces estarás tranquilo.

Entonces no habrán más problemas. Todos los problemas habrán desaparecido. De hecho, el origen de todos los problemas –la propia mente- también habrá desaparecido. Entonces se empieza a vivir una vida no problemática. Se empieza a vivir por primera vez.
Pero si te encuentras con Dios, o con el Buda, o con Cristo, o con cualquier otro, entonces ese no será el auténtico final, recuérdalo. Si llegas a ese punto y de repente ves a Cristo delante de ti, derramando su compasión y su amor sobre ti, entonces es que no es el auténtico final. Tu mente está poniendo en práctica su último truco. O si te encuentras a Krishna con su flauta, entonando una bella canción… Ese es el último esfuerzo de la mente para tratar de seducirte. O si te encuentras a Dios en el trono celestial rodeado de una corte de ángeles, es que te habrás perdido, que todavía no has llegado al auténtico final. Vuelve a ser una proyección.

Se trata de algo que hay que comprender muy bien, porque el zen insiste mucho en ello. Si tienes algo que ver, si sigue habiendo algún objeto, entonces es que no es el fin de verdad, y por lo tanto todavía queda algo que arreglar.

Por eso, el gran maestro zen Hui-neng, dijo: “Si te encuentras al Buda, mátale enseguida. Si en el camino te encuentras con el primer patriarca, Bodhidharma, mátale enseguida”. Sin piedad. Continúa taladrando, ¡perfora incluso al Buda! A menos que llegues a la nada, deberás seguir taladrando y perforando.

Eso es algo que en la India resulta bastante difícil, porque este país ya ha llegado a ese punto en muchas ocasiones, y siempre se ha quedado atascado ahí. Sólo el Buda ha dado el último paso, porque la gente sólo ha ido hasta el penúltimo. Ahí es donde está Dios, y es tan hermoso… Es hermoso. Contemplar a Dios es tal bendición, o bien ver cómo despierta la kundalini… una experiencia maravillosa, tremenda. No habrás conocido nada igual. O bien hay luz en tu interior, una luz infinita; miles de soles surgiendo a la vez, tanta luz… una luz tan deslumbrante. Es increíble. O bien ves el loto, el loto de mil pétalos desplegándose en tu cabeza. Una maravillosa fragancia hasta entonces desconocida que se derrama sobre ti. Todo ello te transporta a otro mundo.

Pero el zen dice que sigas taladrando. Sí, la kundalini ha despertado, pero ese no es el final. Has visto la luz, pero ese no es el final. El loto se ha abierto, pero ese no es el final. Sigue perforando. Llega hasta la nada. La propia experiencia es la barrera, porque experimentar es un juego de la mente, y la mente es tan inteligente que si buscas a Dios te suministrará a Dios. La demanda crea la oferta. Si buscas a Krishna con demasiado ahínco, la mente te suministrará a Krishna. No cedas, porque no habrás llegado al final, sino que volverás a perderte en Krishna. Y tarde o temprano incluso Krishna acabará desapareciendo. Una vez la mente se ha detenido, tu Krishna desaparecerá.

Podría pasar lo siguiente: ves a Krishna con su flauta y ves unas hermosas muchachas danzando a su alrededor, las gopis. Tarde o temprano olvidarás a Krishna y te enamorarás de una gopi. Y el mundo volverá a comenzar. Regresarás a casa. La mente es muy astuta, y cuando es cuestión de vida o muerte para ella – y es cuestión de vida o muerte cuando estás en meditación-, la mente intentará todo lo posible para autoprotegerse. Es cuestión de supervivencia. Así que no la escuches.

Dice Hui-neng: “Se te ha dicho que te dejes guiar por el Buda, la ley y el sangha, la comunidad de buscadores, pero yo te digo que te guíes únicamente por ti mismo”. Si te dejas guiar por el Buda, y el Buda aparece como una flor de loto –de una hermosura tremenda, celestial y divina-, Hui-neng dice: “Mátale enseguida”. No esperes ni un minuto, porque es tan fascinante que te puedes perder. Destrúyele. Despídete, dile adios. Dile: “gracias, pero apártate de mi camino”. No te dejes guiar por el Buda”, dice Hui-neng, un seguidor del Buda. “No te dejes guiar por la ley, por el dharma. No te dejes guiar por el sangha, la comunidad. Te digo que simplemente confíes en ti mismo”.

Cuando te quedas solo, completamente solo, esencialmente solo, entonces has llegado. Si hay algo más como objeto, entonces todavía no has llegado, sigue persistiendo la dualidad, que ha hallado un nuevo modo de ser. Cuando sólo es uno, entonces se ha llegado. ¡Así que confía sólo en ti mismo!

Dice Hui-neng: “Mi consejo es que al no tener nada que hacer, te tomes un descanso. Y aunque aparezca el bárbaro de ojos azules, Bodhidharma, sólo podrá enseñarte a no hacer nada. Vístete, come y mueve las tripas, eso es todo. Ni muerte, ni temor, porque no hay nadie que muera. No hay transmigración, ni temor, porque no hay nadie que transmigre. Siempre es aquí. No hay ningún sitio al que ir”.

Cuando Hui-neng se estaba muriendo, hubo alguien que preguntó: “¿Adónde vais, maestro?”. Hui-neng abrió los ojos y dijo: “¿Qué tontería de pregunta es esa? ¿Dónde se puede ir? No hay sitio alguno al que ir. Uno siempre está aquí y ahora”.

¿Te has dado cuenta de esa cualidad de consciencia? Siempre estás aquí y ahora, no puedes estar allí y luego ¿Cómo podrías estar allí luego? Cuando llega ese mañana siempre aparece como presente, nunca llega como un mañana. Cuando se ha ido es ayer, cuando todavía no ha llegado es mañana, pero siempre que está aquí es hoy, y sólo puedes ser en el hoy. No puedes ser en el ayer, no existe. No puedes ser en el mañana, pues todavía no es. Siempre eres aquí y ahora. ¿Te has dado cuenta de ese fenómeno? No puedes estar en ningún otro lugar. Hui-neng dijo: “¿Adónde podría ir? No hay ningún sitio que ir, ni nadie que vaya. Soy uno con el todo. No hay muerte alguna que temer, ni transmigración a la que temer, ni nirvana que alcanzar ni iluminación a la que llegar”.

Intenta ser tan ordinario como te sea posible, sin tener que hacer nada. Ese es el enfoque zen: no hay que hacer nada. No hay nada que hacer. Uno sólo tiene que ser. Tómate un descanso y sé ordinario y natural. Come tus alimentos, duerme, y mueve las tripas.

El zen es la manera natural, el camino natural: “Ser natural es el camino. Libera la mente. No hagas el mal intencionadamente ni hagas el bien deliberadamente. No te aferres a nada. Eso es el tao”. Y con eso basta. “No te aferres a nada”. A veces te aferras al dinero, a veces a la esposa, al marido, y a veces empiezas a aferrarte interiormente a Krishna y a Cristo. “No te aferres a nada”. Sólo entonces podrás llegar al verdadero fin del mundo, y el fin es el principio, y el caos es creación.



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