sábado, 29 de febrero de 2020

SER COMO BAMBÙ


En sus poemas, Ryokan hace alusiones a un bosque de bambúes que rodea su cabaña. Le gustaba mucho su sabor, pero sobre todo cómo crecían de rectos, su intenso verdor, que mantenían todo el año, sus raíces hundiéndose firmemente en el suelo, mientras que el tronco es hueco, simbolizando la nada.

A la gente zen siempre le ha gustado los bambúes. El bambú es su símbolo. ¿Por qué? Porque es verde durante todo el año. Es verde en todas las estaciones, llueva, haga calor, llegue el invierno o lo que sea, siempre es verde. No hay nada que lo haga cambiar. Vive una especie de eternidad. Su verdor implica su frescura, su juventud, su esplendor, su viveza. No acumula peso muerto.

En segundo lugar, cuenta con firmes raíces en el suelo, está muy enraizado. Ese también es un punto muy importante que hay que recordar. Una persona necesita estar muy enraizada. Estamos en la tierra, somos de la tierra y estamos hechos de la tierra. Necesitamos estar tremendamente enraizados. Hay muy poca gente que esté realmente enraizada; son como árboles desenraizados. Y eso que denomináis religiones os desenraiza enormemente. Empezáis a vivir en el cielo, en las alturas, y os olvidáis de la tierra. De hecho, no sólo os olvidáis, sino que se os ha enseñado a estar en contra. La condenáis. ¿Cómo podéis pues estar enraizados si condenáis la tierra?

El zen está muy enraizado en el mundo. No está contra el mundo, sino más allá, recordadlo, no os enseña ninguna religión antimundana, sino una religión mundana, no obstante muy de otro mundo. Dice: vive en el mundo pero no seas del mundo. No te dice que renuncies al mundo.

Ese es también mi punto de vista, y por ello mi amor por el zen. Vibramos en la misma longitud de onda.

El bambú está muy enraizado. Y se eleva mucho hacia el cielo, hasta una altura imposible. Un bambú es un árbol muy delgado, pero derrota a muchos árboles. Se leva a gran altura. Se mueve con el viento sin miedo porque está enraizado en la tierra. Canta mil y una canciones en el cielo, pero no está contra la tierra. Tiene alas, pero también cuenta con raíces.
Y la tercera cosa, que es muy significativa, es: está vacío por dentro. Y así es como debería ser el ser humano. Enraizado, siempre verde, joven, fresco, vivo, palpitante, desbordante de energía, bailando y celebrando, y no obstante, vacío por dentro… vacío como un bambú.

Ryokan debe haber amado muchísimo el bambú porque compuso muchas canciones sobre él; también pintó muchos bambúes.

“A Ryokan le gustaba esa característica del bambú, esa característica de vaciedad.

“Se dice que en una ocasión, un joven brote empezó a despuntar, asomando por el suelo de la cabaña. A Ryokan le interesó. Al final, al ver que crecía demasiado para lo pequeño que era el cobertizo, empezó a quitar el techo”.

Piensa en ello. Un bambú empezó a crecer dentro de la cabaña. Pero a Ryokan no se e ocurrió arrancar el bambú, sino que quitó el techo porque el bambú necesitaba cielo, más espacio. La casa no era tan importante como el bambú, como el bambú vacío que crecía en el interior, como ese bambú tan vivo.

Pero entonces pasó algo más… “Empezó a quemar el techo con una vela”.

Cuenta Suzuki: “¿Le pareció que ese era el modo más sencillo de lograrlo? Tal vez no tenía tal cosa en la cabeza y sólo pretendió dar un poco más de espacio al brote, y al ver la vela, que estaba cerca, la utilizó”.

No, yo no creo que fuese de esa manera. Así es como trabaja la gente zen: si pueden destruir algo, lo destruyen por completo. Si debe destruirse, entonces debe hacerse por completo. Y para ello toman medidas drásticas. Quemar el techo fue una medida drástica. Dice Suzuki: “Pero por desgracia el tejado se incendió más de la cuenta y toda la casa, junto con el bambú, acabó totalmente quemada”.

Suzuki dice “por desgracia”. Pero no tiene razón. Ryokan sabe que no es por desgracia. Eso es exactamente lo que quiso, que el tejado desapareciese con el resto de la casa, que toda la casa desapareciese.

Cuando en tu interior empieza a crecer un bambú, cuando algo nuevo empieza a crecer interiormente –llámalo meditación o llámalo zazen-, cuando algo nuevo empieza a crecer en tu interior, la mente es la estructura que lo rodea. Como al principio siempre empiezas con la mente, no hay otro modo de comenzar. Si has venido a verme, has venido a causa de la mente. Si has empezado a meditar, has empezado a causa de la mente. Incluso si estás escuchándome hablar contra la mente, estás escuchando desde la mente, así que todo pertenece a la estructura de la mente. Ese tejado, esa estructura, esa cabaña, es la mente, y el bambú crece en su interior.

Ryokan quemó el tejado. Suzuki dice “por desgracia” el fuego se le fue de las manos, y no sólo quemó toda la estructura, sino también el bambú. Naturalmente. Suzuki cree que cuando se quema el bambú es por accidente. Pero no, no es así.

En primer lugar, a fin de proteger tu meditación, tendré que quemar la estructura de la mente, pues esta meditación que has iniciado es parte de tu mente. Cuando la mente se ha quemado, la meditación también habrá ardido. Esta mente y esta meditación van juntas. Esta meditación parte de la mente se irá con la mente. Una ves esta meditación y esta mente hayan desaparecido, llegará otro tipo de meditación.

Sí, ese es el sentido de esta bella historia. No estoy dispuesto a coincidir con Suzuki, que no ha comprendido el sentido. Se ha quedado demasiado enganchado al bambú. Ha perdido el hilo. Por fortuna el fuego se extendió más de la cuenta, de hecho, esa fue la idea original. Cuando un maestro como Ryokan hace algo, sabe perfectamente lo que está haciendo. No puede ser un accidente. Todo se lleva a cabo con atención total, con una consciencia total y absoluta. Eso es lo que pretendió hacer. La estructura debía desaparecer, y el bambú con ella.

La mente debe desaparecer, y la meditación que iniciaste con la mente también desaparecerá. Y luego llegará otro tipo de meditación que no tendrá nada que ver contigo, un algo totalmente discontinuo. Es discontinuo respecto de ti. Proviene de Dios, del todo, y se trata de un regalo. No ha sido creado por ti, es un suceso.

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